10 de octubre de 2007

Mi arbol



Todo depende de los ojos con los que se mira


La tarde era húmeda y gris, soplaba un viento suave que acariciaba las hojas de los arboles.Sabia a donde tenia que ir.Me adentré entre los arboles de Ulia, una dura cuesta me esperaba pero lo que encontraría ahí arriba merecía la pena.
Durante el camino me di cuenta de que estaba mirando alrededor de otra forma, había subido por allí muchas veces y nunca me había parecido un camino interesante, sin embargo, ese día me pareció todo muy especial. Disfrutaba de cada paso, del susurro de las hojas al golpearse entre si, de sentir la tierra húmeda bajo mis pies, de los colores ocres que iban inundando el entorno y del olor, ese olor a naturaleza que muchos añoramos a veces.
Estaba aprendiendo a mirar.











Una vez arriba contemple mi recompensa, toda la ciudad a mis pies (que como buena donostiarra debo decir que una de las mas bonitas) y todo un bosque a mis espaldas.
Una luz limpia e intensa iluminaba todo.





















































Y ahí estaba,no me costo encontrarlo, se erguia firme , dueño de su territorio.Seguramente el más viejo, el que más me podía contar, el que tenia las mejores vistas.

Su tronco retorcido y algo tétrico surgía de la tierra con fuerza, y sus infinitas ramas salían por todas partes y trepaban unas sobre otras, como si quisieran llegar lo mas arriba posible, como si lucharan por se dueñas de la hermosa ciudad que tutelaban. Todo tipo de plantas se habían unido a él, para aprovecharse de su fortaleza, tendría las raíces mas fuertes y la experiencia de los años para reunir el mejor alimento.



Me quedé un momento a su lado, imitándolo, firme y segura. Y qué tranquilidad sentí, inexplicable, y quise ser tan silenciosa como él, tan fuerte.
El cielo comenzaba a despejarse y los primeros rayos de la tarde se asomaban entre las ramas y salpicaban de alegría mi árbol. Y recalco, mi árbol, porque ya ocupaba un momento de mi vida, quizás mal expresado por no ser de mi propiedad, pero aun así, ese momento había sido mio, y sólo mio.


La tarde se vestía de colores, la tierra tenia un color ocre brillante, la hojas recobraban su color, aun verde intenso, y su tronco un cobrizo lleno de vida. Ahora estaba feliz, sus ramas ya no luchaban, y su tronco no estaba retorcido, bailaban al ritmo del viento.
Ya me podía ir satisfecha, aquel árbol había compartido un momento conmigo, me había contado su historia, mi árbol.
































1 comentario:

Anónimo dijo...

martita!me parece incrible que te hayas currado una pagina tan guapisima. las fotos son increibles. eres una crack!!!mucho animo y un besillo